El arte de volverse anacrónico como poética en Humana luz en Sombras de Fernando Cruz Kronfly

 

El arte de volverse anacrónico como poética en Humana Luz en Sombras de Fernando Cruz Kronfly

 

Por John Jairo Cuevas Mejía

 

Fernando Cruz Kronfly, intelectual colombiano, ha forjado una obra singular que se sitúa en el cruce de la literatura, la filosofía y las ciencias sociales y humanas. Nacido en Buga en 1943, su trayectoria intelectual abarca novelas, cuentos, poemas, ensayos y reflexiones académicas que indagan sobre los dilemas de la modernidad y la contemporaneidad. En general, su trabajo ofrece una comprensión profunda sobre las estructuras sociales y los dispositivos de Poder que se ocupan de moldear la experiencia individual y colectiva. Su último libro publicado, Humana luz en sombras, apuntala una problematización crítica acerca de lo humano en esta época camino de su ocaso.

Este ensayo, al que designaremos de este modo a falta de un mejor nombre, se interroga por el advenimiento de la condición humana, por su especificidad. Si el espíritu de la época está tomado por los paradigmas que reducen la comprensión de lo humano al desciframiento de sus complejidades orgánicas, Fernando en cambio se sitúa en el umbral en donde se cruzan la animalidad y la espiritualidad, y desde allí nos guía como Virgilio al Dante entre las vicisitudes de la condición que resulta una vez el lenguaje captura para siempre a la animalidad humana. En las líneas que siguen avanzamos una clave de lectura para abordar Humana luz en sombras. Para hacerlo, primero es necesario elaborar tres contextos relacionados con las obras que la preceden en publicación (no necesariamente en escritura, ya que Fernando menciona que Humana luz en sombras le tomó algunos años en finalizarse, lo que nos obliga a suponer un diálogo permanente entre esta obra y las publicadas previamente). Aunque la mención de las obras en estos contextos puede considerarse arbitraria, esta permite explorar la relación entre su producción literaria, ensayística y académica. Desde estos contextos, proponemos atravesar la lectura de su último libro.

Primer contexto. En novelas como Falleba, Las cenizas del libertador, El embarcadero de los incurables, La ceremonia de la soledad, Fernando despliega una escritura que interroga los modos en que se produce la subjetivación contemporánea, en un contexto donde esta queda atrapada entre los restos de un pasado que no cesa de pesar y un futuro percibido únicamente como incertidumbre. Apelando al recurso de la polifonía, estas novelas nos enfrentan a la fragilidad de las certezas modernas y se adentran en sus consecuencias en los sujetos a los que se los presenta fragmentados, rotos. Personajes de estas novelas, como Uldarico o Simón Bolívar, ejemplifican a este sujeto «sin arraigo, que deambula por las páginas del mundo que le ha sido dado sin creer realmente en nada, sin esperar mucho de nada y sin capacidad para prometer nada». De esta manera Fernando capta las consecuencias subjetivas de la crisis generalizada de las promesas modernas. Sus novelas presentan un mundo en transformación de sus fundamentos, dejando entrever como se inscribe la incertidumbre en la experiencia humana. Pero a diferencia de los estudios sociológicos que se enfocan solo en las transformaciones de las estructuras que gobiernan la vida social, la literatura de Fernando toma como punto de partida estas dislocaciones para indagar en sus consecuencias subjetivas. Hay en sus novelas una suerte de anudamiento entre lo social y lo individual, según sus correlatos constitutivos, que en Humana luz en sombras tendrá una particular resonancia.

Segundo contexto. En la obra ensayística de Fernando existen tres ensayos de interés para la clave de lectura que intentamos esbozar aquí; estos son, Ser contemporáneo, ese modo actual de no ser moderno[1], Muerte, cuerpo y cultura[2] y La condición humana: tierra de nadie en poder de algunos[3]. Cada uno a su modo y con su especial tono, nos ponen delante de un rodeo sobre la condición humana. En el primero, los modos de ser se debaten entre lo que queda atrás de la modernidad y su proyecto antropológico y lo que prevalece en la contemporaneidad como dominio de lo efímero y fútil; en el segundo, la relación entre el cuerpo y cultura está mediada por la conciencia de la muerte, que se traduce en la tensión de saberse con un cuerpo finito y la posibilidad de su trascendencia vía lo simbólico; y en el tercero, la contingencia de lo humano se presenta como invariable sobre la que cada época establece sentidos que imprime en la materialidad del cuerpo. En estos tres ensayos se trata, una vez más, del recurso del umbral que logra su claridad expositiva en Humana luz en sombras (volveremos sobre esto, sigamos con el contexto). En estos ensayos, Fernando lleva a cabo un análisis sociológico y antropológico que le permite establecer los contornos de la condición humana en la contemporaneidad, un tiempo donde «todo lo sólido se desvanece en el aire». De este modo capta los cambios y continuidades que configuran nuestra experiencia del mundo, destacando cómo la crisis de lo moderno no se reduce a la eliminación definitiva de los relatos que han orientado la vida individual y colectiva, si no, más bien, indica que esta crisis ha implicado el advenimiento de un nuevo relato que homologa subjetividades y mercancías en las que se sostiene el sujeto de nuestro tiempo. Es entre lo que cambia y lo que permanece, ese umbral donde la luz y la sombra se entrecruzan, donde se sitúa su elucidación sobre la factoría antropológica [contemporánea]. Esta factoría es el espacio metafórico en el que las fuerzas sociales, culturales y económicas producen las subjetividades en las que se «emplazan a los individuos como sujetos».

Tercer contexto. En los artículos Del humanismo administrativo a la conciencia de las anomalías: el papel de las ciencias humanas[4] y Subjetividad hipermoderna y capitalismo actual: mirada crítica[5], Fernando aborda, en el primero, la noción de sujeto a partir de una perspectiva que se desmarca de los presupuestos esencialistas que dominan la metafísica moderna, y en el segundo, ofrece una problematización de la sombra hipermoderna que sobre este sujeto se ha cernido. La idea de anomalía supone un antecedente genealógico clave para comprender la elucidación de transtorno que se despliega en Humana luz en sombras; ambos conceptos poseen un carácter constitutivo y productivo del sujeto. Esta anomalía/trastorno implica una herida imborrable que no es cancelable dialécticamente por intermediación de suplencia alguna y que marca a todo sujeto que ha sido ingresado en el mundo humanamente instituido. El sujeto de Fernando, al igual que el del campo lacaniano, es un ser fallido. Esta falla, esta negatividad, en todo caso, es constitutiva de su condición como sujeto. Y es alrededor de esta falla, de este vacío, de este menos, que Fernando discute los alcances del capitalismo actual y su modo de producir una subjetividad análoga al circuito de producción y circulación de las mercancías. Por esta razón, ambos artículos son fundamentales en el pensar de Fernando, ya que avanzan con una programática inicialmente circunscrita al pensamiento administrativo, pero en modo alguno reducible a este, para analizar esta anomalía/trastorno ontológico que es la condición humana. Humana luz en sombras es, en última instancia, la radicalización de esta programática.

A partir de los tres contextos que configuran el pasado genealógico del ensayo Humana luz en sombras, la reflexión que nos presenta Fernando nos exige reconocer tres nombres propios que resuenan en todo su ensayo y con los que su pensar se articula. Del lado de la filosofía, encontramos a Martin Heidegger y su pregunta qué es la filosofía y quién es el hombre que hace filosofía, así como a Giorgio Agamben y su idea del hombre como «el animal que ya no es». Del lado del psicoanálisis, está Sigmund Freud y su concepto de la pulsión de muerte. El anudamiento de estas tres ideas –nudos en el sentido lacaniano– permiten a Fernando elaborar la noción del ser trastornado que constituye a la condición humana, al tiempo que le permite discutir cómo la factoría antropológica produce subjetividades como suplencias con el fin de recubrir ese vacío constitutivo, ese abismo de origen.

En su ensayo, a partir de una posición no esencialista sobre lo humano, Fernando recorre, en espiral, cómo este sujeto trastornado es el resultado de la captura del animal humano que todavía es por el lenguaje, que al parasitarlo, por un lado, le infringe una división constitutiva que lo expulsa para siempre del dominio de los instintos animales, y por el otro, lo condena a permanentemente tener que identificarse con las suplencias elaboradas por las instituciones que conforman la factoría antropológica. Al igual que Pierre Legendre, Humana luz en sombras nos presenta que lo humano debe ser instituido, que no se es humano solo por la pertenencia a la especie. Lo humano es un producto que germina en el campo de la condición humana. A esto se debe que Fernando realice rodeos por las distintas funciones instituyentes que asume la factoría antropológica pues, como lo recuerda Legendre, «El hombre aprende la razón para vivir de los emblemas, las imágenes, los espejos. Quien maneja el Espejo [factoría antropológica] tiene al hombre a su merced».

Mencionamos antes la espiral, no podemos pasarla desapercibida. En la obra ensayística de Fernando, Humana luz en sombras es un punto aparte, un punto de quiebre en lo que a estilo se refiere, al igual que al modo de proceder en su reflexión. Si bien Hernando Urriago, entre otros, ubican la obra ensayística de Fernando en la tradición universal iniciada por Michel de Montaigne, y en la colombiana en la tradición del ensayo iniciada por Baldomero Sanín Cano, Humana luz en sombras se desmarca de esta tradición. Esto no implica desconocerla, más bien, se trata de atravesarla para abrirse a unas exploraciones que borren los límites formales que indican que el ensayo es territorio del argumento y la poesía solo de los afectos. Veamos.

Para seguir aquí necesitamos establecer un cuarto contexto que podemos denominar formal. En este caso se trata de la poética de Fernando[6]. En el ensayo Mi poética: modo en el lenguaje y resistencia[7] Fernando nos dice: «De este no-mundo lingüístico todavía ha de ocuparse la escritura literaria, para volverlo a la brava mundo del lenguaje, así tenga que hacerlo echando mano de los signos del hospicio lingüístico en el que nos refugiamos en nuestra huida de la naturaleza hacia lo simbólico» A lo que agrega: «Lo que hace literaria una escritura es el modo del lenguaje en su producir significado y mundo inesperados […] el reto de la escritura literaria es con-mover las fronteras del mundo lingüístico ya configurado en la cultura, tanto en términos de los significantes que deben reunirse como si lo hicieran por primera vez, según Paz, para producir ruptura y el crujir de los significados y los códigos y reglas de significación convencionales […]». Siguiendo esta poética, y similar al recurso usado en Las cenizas del libertador cuando Fernando se introduce en lo narrado como un espectador de los acontecimientos, la escritura de Humana luz en sombras opera como una escritura consciente de los límites y alcances de su instrumento formal, para lo cual usa el operador estas escrituras al modo de una maquinaria, pero también, de una suerte de banquete al que están invitados e invitadas seres racionales que contemplan el ocaso del mundo mientras estas escrituras buscan herir el acuerdo sobre lo humano. Este es el modo en que Fernando pone en acto su poética en el terreno del ensayo, similar a escrituras tan potentes en el terreno del ensayo-poemas como las del argentino Marcelo Percia o de la belga Chantal Maillard.

Volvamos ahora sí a Fernando y la escritura de Humana luz en sombras. Mencionamos que el ensayo está escrito en espiral, para esto su escritura apela al fragmento y a la reiteración. Estos recursos le permiten escapar de esta época que busca fijar de una vez y para siempre el sentido de cosas y conceptos, pues a lo que se aspira es a convertirlas en equivalentes de mercancías que sean consumibles y desechables. A través de la fragmentación y la reiteración, Fernando nos obliga a ir y volver sobre los conceptos que explora: el sujeto trastornado, la tensión entre animalidad y espiritualidad, y la factoría antropológica. Al hacerlo, desestabiliza las certezas y nos invita a una reflexión continua y profunda sobre la condición humana, resistiendo la tentación de simplificaciones reductoras y abriendo espacio para la multiplicidad de significados y experiencias, pues es en el umbral en donde acontece esta escritura. Es este modo de proceder de Fernando el que lo hace un pensador de lo contemporáneo, es decir, del claro/oscuro al que conducen las coordenadas que establece Agamben en Lo contemporáneo.

La de Fernando es una escritura que apunta a dar cuenta de las tensiones y ambivalencias inherentes a la condición humana, para esto elabora un artefacto –nombrarlo ensayo a esta altura nos resulta insuficiente– que opera con nudos, en especial, trastorno (concepto psicológico), campo (concepto geográfico), transmigración (concepto teológico), que se anudan para posibilitar su teorización de la factoría antropológica. Dicho sea de paso, esta teorización tiene en sus dos poemas, «Abendland» y «Abismo de Origen», un modo extraordinario de captar su funcionamiento y resonancias. Por ello nos atrevemos a indicar aquí que uno de los aportes más interesantes de Humana luz en sombras es presentarnos a la condición humana como un campo, una idea que encontramos emparentada con la tradición lacaniana que saca al inconsciente de la interioridad del sujeto para captarlo en su afuera, tal como lo sintetiza el sintagma lacaniano el inconsciente es la política, esto implica, como está sugerido en los contextos que estableciéramos al inicio, una suerte de anudamiento entre la objetivación de lo social y la subjetivación de lo individual. Y lo hace mediante una escritura que advierte la inadecuación entre lenguaje y animalidad, es ahí donde nos presenta con todas sus letras a la factoría antropológica que sujeta lo humano que ha quedado por fuera del universo de lo necesario. La condición humana, entonces, es un campo organizado según la dirección que a esta le otorga la factoría antropológica. Pero a diferencia de Byung-Chul Han que en todo registro humano ve un Poder que produce al sujeto y que en la actualidad le ha ocluido cualquier alternativa, Fernando advierte que el sujeto es un efecto del Lenguaje, esa primera sombra ontológica, y que el Poder llega después cuando la factoría antropológica actúa para imponerle al «animal que olvida que lo es» las suplencias con las que pueda colmar su vacío constitutivo. Así, distinto a Han y más cercano a pensadores de la filosofía política y materialista, esta diferencia le permite insistir en el carácter contingente de la condición humana, esto es, su naturaleza política como una condición/tierra de nadie en la que siempre resonará lo abierto y en donde la última palabra aún no ha sido dicha. Así resuena en uno de sus ensayos anteriores: «Pero la tierra de nadie que somos todos, tiene hoy por destino quedar atrapada en poder de algunos. Hablo de los productores y los controladores de imaginarios sociales. La errancia humana se encuentra guiada ahora por imaginarios e ideologías deliberadamente creados en fábricas de este tipo […] Tenemos en nuestras manos la posibilidad de la resistencia y del enfrentamiento duro contra la máquina de fabricar historias al amaño y de formatear las mentes. Desde este punto de vista, y a sabiendas del poder aplastante de esa máquina, me asiste un cierto optimismo antropológico […]». Es esta su manera de resistir, de «mostrar el abismo ante la cara de los humanos», mientras esquiva caer en el encantamiento de lo que, en un principio, se propuso cuestionar.

En Humana luz en sombras estamos delante de una escritura que se propone percibir lo que está en el origen, no como su antecedente histórico, sino como aquello que sigue resonando en lo porvenir. Para lograrlo Fernando retorna a su origen como escritor, a saber, a la poesía, y como pocos en esta época de la reproductibilidad de los papers, echa mano de su poética para practicar «el arte de volverse anacrónico». En hora buena.

 


[1] Hace parte del libro de ensayos La tierra que atardece publicado en 1998.

[2] Apareció publicado en 2003 en la revista Yesca y Pedernal de la Universidad Eafit.

[3] Este ensayo hace parte del libro del mismo nombre La condición humana: tierra de nadie publicado por sílaba en 2018.

[4] Como artículo se publicó en la revista Society and Business Review Vol. 1 No. 1, 2006.

[5] Se publicó en el 2021 en la revista Innovar Vol. 31, No. 79.

[6] Desde su análisis de la obra de Guimaraes Rosa en Amapolas al Vapor (1996), Fernando apuntala la idea de que la literatura se define por su forma. Esta idea es relevante aquí porque implica, como lo muestra en su momento a partir de la obra de Guimaraes Rosa, se trata de un trabajo con y sobre el lenguaje.

[7] Hace parte del libro La condición humana: tierra de nadie.

 


Agradecemos la bella ilustración a Juan Caicedo.

Pueden ver la presentación del libro y la conversa con el autor en el canal de YouTube de Oromo Librería Editorial.

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