El Pueblo ha muerto
Por Blas Estévez
-La última vez que lo vi caminaba arrastrando los pies. Lo habían lastimado fiero en 1975, cuando las cosas se organizaban según los criterios que voceaba Celestino Rodrigo. En los años que siguieron lo encerraron en la cueva del horror y los perros de las finanzas lo despedazaron. Pero sobrevivió, ¿puede creerlo?
-¿Usted llegó a hablar con él?
-NNo. Le habían metido una bala en la lengua, desintegrándola. Y por eso no podía hablar. Sólo caminaba, en silencio, mientras la sangre brotaba de su cuerpo y el humo de la pólvora todavía le daba vueltas dentro de su cabeza. Según parece, por esa herida, la de la lengua, se moría más rápido que por las demás
-Y de sus verdugos ¿qué se dice?
-Los verdugos fueron condenados, jurídica y socialmente, pero los que definieron el castigo siguieron firmando papeles en lustrosos escritorios. De ellos nadie habla… En los años 90, como todavía no se moría, lo cruzaron en mitad de su agonía y decidieron crucificarlo. Antes lo alimentaron un poco, le mojaron la cara con champagne y esperaron que el sol lo seque.
-¿Ése fue su final?
-No, todavía resistía. Mire, por otras razones que no son las razones de las señorías políticas, el último mes, del segundo año, del tercer milenio, logró desprenderse de los clavos que lo sostenían sobre la cruz y se largó al camino. Cuentan que en el cielo las hélices de un helicóptero alejaban a un asustado instrumento…
Caminó dos años, a la deriva, hasta que encontró un viejo tala que lo proveyó de sombra durante un tiempo. Pero como la Tierra seguía con sus vueltas, lo que era una sombra abrazadora devino un sol abrasador que comenzó a lamerle los pies y terminó por cubrirlo con sus hilos de fuego; con ese sol aparecieron las primeras moscas que descendieron sobre su piel… Fueron tres las moscas que llegaron, sucesivas. Alcanzó a reflexionar, dicen, que pronto él también devendría una mosca, luego de que una multitud de gusanos trague compulsivamente su carne.
-¿Y qué hizo?
-Cuando el sol le cruzó la cara, encandilado, divagó buscando quien lo salve. Eran los tiempos de la nueva cacareada financiera, cuando un rudimentario millonario se hizo llamar Presidente y festejaba sus canalladas con globos y discursos de vergonzosa gramática.
Hace muy poco se murió. Se partió la cabeza de un balazo. Fue un 19 de noviembre, creo.
-¿Entonces el Pueblo ha muerto?
-Sí. Sólo queda una masa amorfa de individuos incapaces de articular un lenguaje común, de sostener una hipótesis compartida. Una diáspora conceptual. Como ese castigo de Babel ¿vio?
-Y de los señores de lustrosos escritorios ¿qué se dice?
-De ellos, todavía, nadie habla. Es que no hay quien pueda decir algo. Se escuchan, sin embargo, bien lejanas, sus fiestas de oro.
-Parece que la bala que le rompió la lengua al Pueblo, rompió, a su vez, la lengua de cada uno, de cada una de nosotras.
-Sí, eso parece…
-¿Y puede resucitar este Pueblo?
-…
La imagen fue seleccionada por les editores del blog. Fuente: https://www.a24.com/politica/25-microhistorias-del-corralito-y-la-crisis-2001-n985421