El desarme intelectual

 

El desarme intelectual

 

Por Blas Estévez[1]

 

I

Luego de leer las notas de Diego Sztulwark[2] y de Pedro Karczmarczyk[3] para (In)contable dispersión a propósito del triunfo de Javier Milei en las últimas elecciones presidenciales de Argentina, quisiéramos aportar nuestra interpretación, que no contradice la de nuestros colegas pero agrega algunos elementos históricos que el lector, la lectora colombiana pueden desconocer. El triunfo de “La Libertad Avanza”, más sorpresivo en sus resultados finales que por el triunfo en sí mismo (55,69% a 44,31%) nos lanzó en plena cara la pregunta sobre ¿cómo esto fue posible? Rumiando ideas, en un estado de cierta consternación (no por la derrota de Massa, sino por el incontestable triunfo de Javier Milei), nos vimos inclinadxs a buscar respuestas en un tiempo que no es sólo el de la coyuntura. El conocimiento histórico tiene (que me disculpen lxs lectorxs por este gesto pragmatista) dos funciones coyunturales: en primer lugar nos brinda la posibilidad de establecer las proporciones de lo que sucede en la coyuntura actual; en segundo término nos permite conjeturar hipótesis sobre las tendencias que se trazan en esa misma coyuntura; esto en retrospectiva pero también sobre las derivas posibles de los acontecimientos históricos.

II

Si revisamos los últimos 47 años de nuestra historia nacional se dejan ver algunos elementos que permiten pensar a Milei como el resultado (¿o apenas una estación más?) de una larga y macabra tendencia de la sociedad argentina a la descomposición[4]. Y esto no es un juicio moral; es un juicio político, puesto que esa descomposición tiene su explicación histórica. El Proceso cívico-militar (1976-1983) produjo una formidable transformación económica en el país: se destejió el entramado fabril (base histórica de la organización de la clase trabajadora) y el capital financiero ocupó el centro organizador de la economía nacional[5]. Una pérdida del poder adquisitivo y de la participación del salario en la riqueza nacional en un contexto de terror produjeron el desarme material de lxs trabajadorxs argentinxs. Pero ese capital financiero no fue sólo el del FMI, fueron (son) también los de los grandes grupos económicos y el capital extranjero radicado en el país[6]. Luego del retorno a la democracia, esta transformación económica (que nunca más volvió a reestablecerse) fue solidaria con una modificación en las condiciones de producción intelectuales: no sólo desapareció un programa intelectual que planteó como horizonte una trasformación radical de la sociedad sino que se estableció como requisito para la transición y el mantenimiento de la democracia desestimar las (así decían) “opiniones obstinadas”; las cuales venían a representar la forma antidemocrática de producir conocimiento en la amplia y pantanosa arena de las ciencias sociales, la filosofía, el periodismo, y terminaron por permear la opinión pública en general. A propósito de este problema escribimos en la revista Joselito Bembé (2023) sobre el sentido de “lo obstinado”[7]. Dijimos allí que se trató de un largo proceso que perfilaba un tipo de reflexión política que consideraba (cuando lo hacía, y esto no era lo habitual) marginalmente las condiciones estructurales de la formación social argentina. Hoy en día, aún resulta difícil de responder la pregunta que se interroga sobre cómo funciona y/o quién controla los intrincados resortes de la economía nacional. Entonces la política, desprendida de la economía, terminó por ser las relaciones sociales entre lxs políticxs. Ahí está la prensa nacional para constatarlo…

Desarme material, desarme intelectual tejían con hilos de espanto el futuro nacional.

III

Javier Milei (con base en Tik-Tok y programas de televisión) ganó las elecciones con un discurso (que por rudimentario y esquelético que sean los argumentos sobre los que se sostiene, fue indudablemente efectivo) compuesto, por un lado, a partir de un diagnóstico social travestido de análisis económico: ladraba una constatación difícil de disfrazar por el oficialismo: 130% de inflación anual, 40% de pobreza incluyendo 10% de indigencia. Milei no ganaba por argumentación, ganaba por una constatación que sus seguidores (y no sólo ellxs) no vacilaban en considerar como un hecho. A su vez, el diagnóstico libertariano también articuló un enemigo: “la casta política”, un responsable colectivo difuso del que él mismo quedaba fuera de sus márgenes[8]. La constatación de esos miserables índices sociales, la atribución de la responsabilidad al sector político es lo que hace a Milei acreedor de una variopinta fuerza electoral. Sólo eso. Luego el vergonzante espectáculo de sus énfasis y todo ese insultante griterío televisivo hicieron lo suyo en las mentes menos preclaras, que se dejaron seducir por una rebeldía de cotillón con la que se disfraza el líder libertariano.

Pero Milei sigue con su discurso y nos presenta su momento propositivo, de sesgo mesiánico: someterse al mercado (desregulado) es la unilateral salvación. Pero este momento propositivo del discurso de Milei no es el que le aporta sus votos, porque apenas si es escuchado, apenas si es comprendido. Se perfila un hiato entre el momento de diagnóstico del discurso de Milei y su momento propositivo; en ese hiato flota, vacía, una disecada idea de libertad. Pero ese hiato raja la sociedad argentina: constatamos el desastre económico pero somos incapaces de perfilar sus causas. Y como somos incapaces de perfilar sus causas, somos incapaces de comprender el sentido de las fórmulas que se proponen para su solución. Y así, el pueblo argentino quedó aferrado a esa idea de libertad que esconde detrás de su sayo la horca del hambre. Milei gana, entonces, por lo que diagnostica económicamente, no por lo que propone. Y no porque la sociedad se manifieste en contra de sus propuestas sino por algo más profundo y siniestro: porque no estamos habituados a pensarlas y como no estamos habituados a pensarlas alcanza con que un candidato diga lo sabido por todos (inflación, hambre, desigualdad social…), le adose una inerte fórmula de libertad y postule una salida económica que no puede ser sino una crónica de un desastre social anunciado, pero que no es pensada.

Es que hace más de cuarenta años nuestro desarme intelectual es una penosa realidad. Y no sólo del intelectual profesional (moderado) sino también de la mayoría de los sindicatos (devenidos agencias de prestación de servicios), de los partidos políticos mayoritarios… de nuestra sociedad en general. No pensamos la economía sino a partir de disecadas recetas políticas que poco dicen; no pensamos cómo está distribuida la propiedad de la tierra, no tenemos ni siquiera una figura legal que regule jurídicamente los grupos económicos, verdaderos soberanos de la Nación; hablamos del dólar pero no nos interrogamos sobre la matriz exportadora nacional… Y en este hiato, en esta incapacidad reflexiva que nos reduce a pensar la política como las relaciones sociales entre políticxs, en esta formidable limitación para ver detrás del cerco político cómo se estructura el poder económico nacional, amanece la figura de Milei, que diagnostica a mucho grito y poco argumento lo que todxs saben y viven cotidianamente. Y eso le alcanza para ganar las elecciones presidenciales. No gana por su mérito, sino por la descomposición de nuestra sociedad. Lo que propone no se piensa y no se piensa porque involucra el problema duro de la economía nacional y eso conduciría a indagar sobre las responsabilidades de esos grupos económicos en el desastroso devenir nacional. Pensarlo supone otra manera de concebir la política que acá, en Argentina, hace 45 años desapareció.

IV

No atribuimos ese desarme intelectual a la pereza o a falta de inteligencia del ciudadano o ciudadana media nacional. Lo atribuimos a una serie de transformaciones económicas estructurales que desde hace más de cuarenta años empujan cada vez a más argentinxs a condiciones de vida miserables. Y ese programa económico, con sus efectos intelectuales, constituyen las condiciones históricas que hacen posible el triunfo de Milei. Algo queda claro: nuestra descomposición social se dibuja con implacable transparencia en nuestro desarme intelectual y nuestro desarme intelectual es efecto del desarme material de la sociedad argentina. De fondo, la fiesta de los grupos económicos nos ensordece…

V

Otro miocardio late detrás de nuestro futuro presidente. Como también latió detrás de cada presidente desde el retorno democrático. Que la época kirchnerista haya abierto un curso histórico diferente, es posible. Pero también es un hecho (no una posibilidad) que la concentración y extranjerización de la economía, en ese período, no dejó de acentuarse.

Ahí están los soberanos, con sus banquetes frívolos, celebrando que gobierna (con legitimidad popular) Javier Milei. Sabrán qué decirle. Sabrá obedecer[9].

 


[1]Coordinador de la revista político cultural Joselito Bembé; profesor de Historia de la Educación e investigador en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata.

[2]https://incontabledispersion.com/2023/11/21/caos-argentino/

[3]https://incontabledispersion.com/2023/11/25/sobre-ilusiones-suenos-cruzados-y-pesadillas-argentina/

[4]Sólo por tomar una variable: la participación del salario en el PBI nacional fue de 42 a 48% desde 1945 a 1975. Desde entonces se redujo a menos del 30%. Con el período kirchnerista aumentó, en la medida en que aumentó la torta para repartir, pero no mejoró las proporciones. Véase Azpiazu, D.; Manzanelli, P. y Schorr, M. (2013) Concentración y extranjerización. La Argentina en la posconvertibilidad.

[5]La ley que actualmente regula los flujos del capital financiero data de 1977, cuando el embate neoliberal desembarcaba en Argentina de la mano de la última dictadura cívico-militar.

[6]Véase E. Basualdo y P Manzanelli (2022) Los sectores dominantes en la Argentina. Estrategias de construcción de poder desde el siglo XX hasta el presente.

[7]Estévez, B. (2023). Epílogo: El Proceso más allá de diciembre de 1983. Joselito Bembé. Revista Político Cultural (3), 81-90. En https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.16653/pr.16653.pdf

[8]Aunque no dudara en recibir como “un acto de grandeza” el apoyo de Macri y sopesar la posibilidad de colocar en lugares estratégicos como el ministerio de Economía a Caputo (responsable de la toma de deuda más grande que un país recibiera del FMI; deuda que, por otra parte, está por fuera de los cursos legales de acción puesto que no pasó por el Congreso; además de no materializarse en mejorías para la población sino que se destinó a engordar los ya onerosos cauces de la fuga de capitales) o a Patricia Bullrich en Seguridad.

[9]Expusimos acá una breve idea, rumiada al calor de los acontecimientos. Pero nos corresponde una aclaración: Milei no gana sólo por las transformaciones intelectuales que obliteraron nuestra capacidad para pensar nuestra economía nacional. No gana tampoco solamente por las infernales condiciones sociales de la mayoría de la población. También hay otras razones que habría que indagar: la responsabilidad de la administración Fernández/Fernández, el súbito apoyo de Macri, el estímulo de Massa a la gestación de Milei, las condiciones internacionales, la situación de la deuda externa…

 


La imagen fue seleccionada por les editores del blog.

Fuente: https://www.flickr.com/photos/wallyg/7771035506/

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