Indomǐtus
Por Alejandro Moreno Mejía
Despertás sentado entre sombras,
ves las noticias en el móvil
sin que podás reconocerte.
No sabés si la historia te alcanzó o te dejó,
y no importa, tenés que seguir resistiendo:
no es aceptable emocionarse solo con el ayer.
Aún distinguís esquirlas del mundo,
pero te preguntás si ese aún es tu tropel
o sos parte de un largometraje de muertos
que ya cuentan más que los vivos.
Sobreviven algunas botellas
-¡perdiste los plones!-,
uno que otro libro y las heridas,
obstinadas mujeres en la piel,
el arrojo y una que otra vergüenza
(eso creés).
Las canciones son las mismas
-no hay nada más que escuchar-
(eso creés).
Esta noche tus calles lucen vacías,
el color no tiene sombra:
muchedumbre sin rostro,
brillo sin destello,
sobredosis de adjetivos y
escasez de sustancia.
En cambio, sus calles gritan
y los gritos corren
-orgía de verbos y sustantivos-.
En la constante batalla
de las ideas y los ecos,
ruedan cuencas trepanadas,
sangra el asfalto yerto
y rebrotan millones de pupilas,
baila luz en las retinas
y se recarga la marcha.
Mientras tanto,
en cada uno de los siete ríos
se prepara otra vez el show
para certificar el hueco:
estatuillas a los resonantes,
para las ideas ráfagas.
¡Si pudiesen empacar una idea real
le pondrían siete sellos negros!
Las verdaderas ideas son más peligrosas
que el azúcar y el colesterol.
La maldita pandemia de la duda,
la sarna de las preguntas,
¡tiene que ser una peste incurable!
Los antivirales no funcionan
ni siquiera las macrófagas balas
ni las monedas con que están inoculadas:
“¡Querido asociado, su idea es del putas,
pero no es viable. Le sugerimos una reflexión
en torno a si librepensar es innovador
y puede resultar un buen emprendimiento!”
Escuchás el canto de los pájaros:
no es que empiece a amanecer,
es que la rumba no termina
(¡todavía quedan ojos abiertos!).
Con el smartphone aún en la mano y
la convicción que se cree intacta,
el vacío ocupado en la historia
renuncia al guiño de los ídolos,
pero precisa la mirada de los idos,
la verdad y el delirio no bastan.
Te bebés el presente en tibia lata,
-trago amargo del que aplaude en la tribuna-.
A pesar de tu resistencia,
ya sabés que el pasado no fue mejor
porque no se ha detenido.
Para más tarde hay un tamal congelado
-ahora vienen en caja,
listos para las microondas-,
pero de nuevo, no es cuestión de forma,
lo esencial no se empaca al vacío.
La comedia de sobrevivir a la distancia
cuando el significado lucha en la calzada
y el significante en tu sofá,
cuando el sueño se disputa en piel ajena.
Un temblor te sacude las piernas;
es la penumbra que se da licencia a preguntar:
¿Quién escribe esta historia que es tu hada implacable?
El interrogante ya se estrella contra un sofá vacío.
La imagen fue seleccionada por les editores del blog.