Las buenas noticias tienen tapa roja
Notas sobre Teoría King Kong
Por Clara Isabel Hidalgo Romero
Han pasado algunos años. Intento recordar: estoy parada en medio de estanterías armadas de títulos y colores, un lustroso piso de madera refleja las luces de los techos altos, un olor a papel guardado resiste y, tras una puerta inexorablemente cerrada, un pequeño patio teñido de viejos azulejos y reciente primavera. Es una de las librerías más lindas de la ciudad y el librero es uno de los tipos más lindos de la ciudad. Voy ahí por los libros, y también por él, para conversar un poco y beber café.
Tomo un libro, hojeo, alcanzo a leer “No me interesa ponérsela dura a hombres que no me hacen soñar”. Primer aviso. Me llamaba la atención el gorila alzando el puño sobre el rojo intenso de la portada; pensaba que tendría algo que ver con el gorilismo político en Argentina. Teoría King Kong[1]. Leí el primer párrafo: “Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, las infollables, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica. Y empiezo por aquí para que las cosas queden claras: no me disculpo de nada, ni vengo a quejarme. No cambiaría mi lugar por ningún otro, porque ser Virginie Despentes me parece un asunto más interesante que ningún otro”. Segundo aviso. ¿Quién empieza con tanta seguridad poniendo los puntos sobre las íes? Yo, tan afín a la coquetería y a la queja, tenía que leerlo.
Lo hice con avidez. Entre páginas iba sonriendo, a veces con incomodidad, en un constante estado de excitación y alboroto: podía sentirme identificada con casi todo lo que decía Virginie. Señalé muchas frases, resalté párrafos, busqué referencias; estaba como embelesada con tantas sentencias y preguntas atinadas; me explotaba la cabeza. Al terminar, quería regalarles el libro a mis amigas, a mi hermana, a mis primas. Me parecía imperativo que lo leyeran, poder conversarlo, compartir la embriaguez. ¿Y que lo lean los manes? me preguntó un amigo cuando le conté esto; pues no, no pensé en los manes, a pesar de que en el libro están bastante presentes porque la autora también escribe para ellos: “los que no tienen ganas de proteger, para los que querrían hacerlo pero no saben cómo, los que no saben pelearse, los que lloran con facilidad, los que no son ambiciosos, ni competitivos, los que no la tienen grande (…)”.
Hoy, 8 de marzo, en (In)contable Dispersión iniciamos el ejercicio de reseñar textos para compartirlos con ustedes. Aclaro que este es mi comentario sobre mi experiencia de lectura y me ciño al contenido del libro; no hay ni datos ni información adicional sobre el contexto de la publicación, sobre la autora, o sobre las obras de literatura y cine mencionadas (como reza la formalidad de la reseña): todo eso vayan a buscarlo ustedes (como reza el manual de buenas prácticas del lector). Les presentamos, entonces, esta bombita escrita sin eufemismos.
Teoría King Kong es un ensayo audaz que inquieta y divierte. La autora apela a temas espinosos que alguna vez nos generaron –o generan- dudas, culpas, dilemas, vergüenza, confusión o rabia; los mismos sobre los que la policía feminista nos exige tener respuestas y tomar posición. El cuestionamiento a la condición de mujer víctima que circula (incorporamos y reproducimos) ampliamente en el mundo social, pero también la del hombre victimario; el lugar que le damos al deseo, a las fantasías sexuales, a los discursos moralizantes y normalizadores de los cuerpos y del goce; los códigos y las formas de la masculinidad (los chistes, el desprecio, las palmaditas en la espalda y en el culo); cómo configuramos el mundo de lo privado; las preguntas que nos hacemos. En estas cosas pienso cuando recuerdo este libro; temas recurrentes, abiertos, sobre los que siempre hay algo más para pensar, para decir. Aparece Virginie para escupirnos a la cara: el capitalismo nos somete a todas y todos.
Apenas empezar y ya Virginie no deja dudas de su lugar: desde dónde habla y para quién. Y así, temprano, nos advierte sobre la posible inexistencia del ideal de mujer que nos han puesto por delante. Ella, como mujer, es más King Kong que la bella rubia.
Pero siempre hemos existido. Aunque nunca se habla de nosotras en las novelas de hombres, que solo imaginan mujeres con las que querrían acostarse
Sobre la revolución sexual, la maternidad y el espacio político. O de cómo se disciplina a la mujer, se la conmina a la casa, se la aleja de la vida política: su independencia es una amenaza para todos, su poder la afea y avergüenza, siempre hay algo que hace mal o no llega a ser tan buena en lo que hace como los hombres.
Desde siempre, salir de la jaula se ha visto acompañado de sanciones brutales
Violación. Virginie fue violada y nos cuenta su experiencia; a través de ella cuestiona la construcción cultural que permite a los hombres no reconocerse como violadores (aunque condenan públicamente la violación), mientras que exige a las mujeres ser buenas víctimas: culpa, trauma, silencio, ni defensa ni venganza.
La violación es también un diálogo privado a través del cual un hombre declara a otros hombres: yo me follo a vuestras mujeres a lo bestia
Prostitución. Virginie trabajó como prostituta un par de años. Hay, nos dice, un límite difuso entre el contrato de la prostitución y el contrato del matrimonio, entre la seducción y la prostitución. Es el sistema cultural, hipócrita, el que estigmatiza a las mujeres que ejercen este trabajo y a todas las registra bajo la ejemplarizante categoría de víctimas. Y es el sistema político, moralizante, el que usa el cuerpo y el trabajo de la mujer para contener a los hombres, sosteniendo su masculinidad amenazante, su poder.
Cuando los hombres sueñan que son mujeres, se imaginan más fácilmente siendo putas, excluidas y libres de movimientos, que siendo madres de familia preocupadas de la limpieza del hogar
Pornografía. ¿Por qué alarma tanto ver mujeres follando? Más que las guerras, la indigencia, las violaciones… La imagen de una mujer que goza (incluso si pertenece a la clase social privilegiada, pero aún peor si no) es incompatible con la de mujer decente, buena madre y cuidadora del hogar.
Sé que lo que hacen todas esas chicas solas con sus clítoris no es asunto mío, pero su indiferencia frente a la masturbación me inquieta: ¿cuándo se conectan las mujeres con sus propias fantasías, si no se tocan cuando están solas? ¿saben lo que las excita realmente? ¿y si no se sabe eso sobre una misma, qué se sabe exactamente? ¿cuál es el contacto que una establece consigo misma cuando su sexo está sistemáticamente bajo el poder del otro?
Ser una mujer King Kong o la cuestión de la feminidad. La mujer narrada, representada, es aquella que se ha alejado definitivamente de su potencia salvaje para ser amable, agradable y reconfortar a los hombres. Virginie llega a una conclusión: la feminidad es el arte de ser servil; estar acomplejada, tener y hacer solo lo justo para no alterar el orden de las cosas. Es, indudablemente, una construcción política.
Guarden sus heridas, señoras, que podrían molestar al torturador
Masculinidad, feminismo y emancipación. El mundo de la mujer sigue siendo el mundo de lo doméstico, de la docilidad, de la dulzura, del sexo débil, de gustar a los hombres. No obstante, nos recuerda Virginie, hemos soportado todo, conocemos las trampas de los discursos de género, sabemos de nuestra fuerza, nos agrupamos y creamos la revolución feminista; y no duda: la tarea es dinamitarlo todo.
A los hombres les gustan los hombres. Nos explican todo el rato cuánto les gustan las mujeres, pero todas sabemos que no son más que palabras. Se quieren entre hombres. Se follan unos a otros a través de las mujeres, muchos de ellos piensan en sus amigos mientras la meten en un coño. Se miran a sí mismos en el cine, se dan los mejores papeles, se sienten potentes, fanfarronean, alucinan de ser tan fuertes, tan guapos y de tener tanto valor. Escriben unos para otros, se felicitan mutuamente, se apoyan
Han pasado algunos años desde aquella primera lectura. Y como suelo volver a leer los libros que me gustan – a pesar de las críticas que recibo por lo que algunos amigos consideran una mala praxis lectora-, lo hice también con este. Todas las primeras veces se parecen: la excitación cede para dar lugar a otras experiencias; sin embargo, leerlo aún me sorprende y estimula, quizá porque la vivencia de ser mujer no aburre, no avanza sin obstáculos, no se homogeniza, no se cierra; hemos ganado derechos pero tenemos que seguir atentas, movilizadas, peleando pues siempre está latente el riesgo de perderlos, y lo hacemos mientras nos masturbamos (¡ah! el librero más lindo de la ciudad), miramos porno o jugamos a la casita, más seguras de lo que podemos, más tercas, fuertes, rabiosas, deseantes, más capaces de decir no. Ya no nos callamos ni conformamos con los segundos lugares, con mirar por la ventana mientras esperamos que vengan ellos a contarnos cómo es el mundo. ¿Todas las mujeres? No, no todas, pero sí por y para todas. Y, por rebote, nos guste o no, también para ellos.
Este 8M, señores, controlen ese impulso que los lleva a enviar mensajes de felicitación, generalmente sobre una imagen de rosas rojas animada con alguna dulce melodía; mejor lean esta reseña, lean a la mujer King Kong, escuchen, pregunten, háganse a un lado, dejen el miedo, reconózcanse. Alguna vez un tipo me dijo que no podía estar conmigo porque yo no lo necesitaba y él no sabía qué hacer con eso.
Este 8M, mujeres, paja y dinamita.
[1]De Virginie Despentes, 6ta edición, traducción de Paul. B. Preciado, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Literatura Random House, 2019. Contratapa: Virginie nació en Francia en el 69, es novelista y directora de cine; nos habla sin tapujos en este incisivo ensayo para contribuir al derrumbe de los cimientos patriarcales de la sociedad actual (firma The New York Times). Título original King Kong Théorie, París, Éditions Grasset & Fasquelle, 2006.
* La imagen fue seleccionada por les editores del blog.
Una reseña muy interesante que invita a leer el texto.