Amistad


Amistad[1]


Por Diego Valeriano

Publicada en Lobo suelto! el 20 de julio de 2022


Somos amigos porque tenemos esta manija, porque no entendemos, por pura necedad. Por cierta necesidad de construir un territorio, no cualquiera, uno cargado de algo nuestro donde casi nada se negocia. Un territorio propio donde buscar el aire necesario para seguir en una. Nuestra amistad, esta que tenemos a veces, esas veces que nos necesitamos, tiene una forma emotiva, amorosa, urgente. Bien no sabemos para qué sirve. Diego un día nos explica que los amigos y amigas son aquellos con quienes reunimos los ánimos necesarios para huir de nuestro tiempo, entonces con La No Sufras Javo, Ruben, Diente de Lata, Dieguito, los Romi, Sebas, Marquitos, Pezones, Laila, San Roque, Maca, Cele, la Ine y varias más fuimos durante un buen rato grandes amigos y amigas. Fue durante un determinado lapso que marcó nuestra piel. Un tiempo que de tanto andar tuvimos un ejercicio de amistad único e irrepetible.

Nos hicimos amigos porque sí, de tanto decir pavadas, de tanto reunirnos en torno a ella, de tanto perder el tiempo sin motivo, de tanto andar por ahí. Lo hicimos porque casi no quedaba aire para respirar en ningún lado ¿Acaso hay algo más revelador que encontrar los amigos necesarios para intentar entender todo este garrón, este tiempo, esta vida? Pavear, desertar, darnos ánimo, ser cómplices, sufrir juntos, estar siempre que podamos, extrañar a Marquitos. Amarnos de la manera más genuina que se puede hacer. Segundearnos.

Recuerdo ese tiempo, esos ratos, ese momento donde todo parecía explotar, donde la alegría se apoderaba del cuerpo en cada encuentro. El San Martín, guardias de hospitales, la calesita de Bella Vista, la estación vieja de Sanmi, los campamentos en el INTA. Lugares absurdos donde festejar la amistad, donde poder volver a respirar, donde no sentirse tan ahogados, tan giles, gatos, pollos. Lugares donde poder releer cosas, planear pavadas cercanas al desquicio, inventar algo, curar heridas, saber que no estábamos solos. No siempre estuvimos a la altura de esta amistad, no siempre pudimos con nuestro desconcierto, con toda esta angustia, con la necesidad de huir, con nuestras mentiras, con las traiciones.



[1] Fragmento de La no sufras o la ética del segundeo (Milena Caserola, 2021)


Nota editorial: Agradecemos a les amigues del blog Lobo suelto! por permitirnos publicar este texto de Diego Valeriano.

 

La imagen fue seleccionada por les editores del blog.

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