Los tiernos Señoros muy educados, bien vestidos y con la cordialidad de siempre
Por Natalia Escobar Váquiro
«El miedo de la mujer a la violencia del
hombre es el espejo del miedo del hombre a
la mujer sin miedo»
Eduardo Galeano
Es 15 de marzo, son las 10:00 am, entra una llamada a mi celular con número desconocido, es un profesor con el que he hablado apenas dos o tres veces en mi vida; nos hemos cruzado en un par de eventos académicos a los que siempre tuve mucha pereza de ir, pero a los que al final asistí por compromiso. Y no me mal entiendan, la pereza no era por las conferencias, sino por la dinámica que siempre terminaba tomando (mejor dicho, lean historia imaginaria en este mismo blog). Atiendo la llamada:
– Hola querida amiga, tanto tiempo.
– Disculpa, ¿quién eres? No tengo tu número guardado.
– Soy yo, hablamos en el último evento.
– Ahhh… Hola, ¡Qué milagro saber de ti! ¿qué me cuentas?
– Estuve en tu última presentación. Me dio mucho gusto verte, me pareció muy interesante lo que planteaste, sin embargo, quisiera hacerte algunas recomendaciones ¡Es por tu bien!
– Mmm… ok.
– Estuvimos hablando entre varios, hemos tenido algunas reuniones en las que casualmente discutimos tu presentación y quisiera contarte en términos generales nuestro parecer. En primer lugar, consideramos que no deberías hablar de esa manera. Casi todos coincidimos en que has tomado un modo muy masculino de hablar, tal vez un poco más femenino se vería mejor, es decir, ser más delicada, y tal vez quisiéramos que optaras por formas más académicas, ser más académica. También quisiera decirte que debes cuidar un poco más lo que dices. ¡Ya sabes! algunas personas que siempre han sido tan generosas contigo y que siempre te han aconsejado podrían verse enfadadas. A propósito, han dicho que tú no aceptas bien los consejos, creo que debes tratar de respetar a tus mayores, los maestros. Por último, quisiera contarte que tal vez has hecho algunos enemigos de considerar. Esto por favor no se lo cuentes a nadie, pero en reuniones se ha dicho que si tú alguna vez decides participar en un concurso docente, se hará lo posible para que no quedes.
– Ajammm, ¿algo más?
– Oh, no te lo tomes a mal. Todo esto te lo digo por tu bien, es porque queremos que seas una gran académica, ¡Ya sabes! como nosotros. En todo caso piénsalo, podrías terminar siendo una paria, podrías quedarte sin trabajo, nadie te va a querer vincular a sus proyectos de investigación, podrías no conseguir quién te dirija una tesis o tal vez te rechacen todos los artículos que envíes. Recuerda, es por tu bien.
-Entiendo, agradezco tu llamado de falsa preocupación. Sin embargo, si vas a llamarme para dar razones que otros no han sido capaces dar y confrontarme directamente, te agradezco las guardes en el cesto de tus buenas intenciones. Si alguien se autoriza a hablar mal de mí en tu presencia, es porque tú, junto con ellos, han creado un ambiente favorable para que allí circulen sus simpatías y prefiero entonces no seguir hablando contigo, que tengas un buen día. Y por favor, no me llames más.
Así es otro día de llamadas después del 8 de marzo. Ver hablar a una mujer alto y fuerte es peor que asimilar la violencia estructural a la que las someten. Les molesta más la mensajera que el mensaje. Parece ser que no pueden dejar de mirarse el ombligo. Parece ser que la crítica solo se puede hacia afuera, no para sus círculos cerrados que cada día funcionan más como mafias que como grupos de amigos o de trabajo; porque mis poco apreciados patriarcas con ese tipo de amenazas funcionan las mafias. Sin embargo, les entiendo, incluso me hacen sentir un poco de compasión. Desde el 8 de marzo llega a mis oídos mucho ruido, envían razones que no tienen remitente, eso sí unas claras destinatarias, nada directo, nada concreto, nada valiente.
Esa misma llamada, mensaje, trino reciben mis amigas cada que denuncian la violencia estructural que solo es posible con la contribución de sus acciones individuales que tanto se empeñan en invisibilizar. Por esto nos unimos y les escribimos esta carta:
Señoros que conminan,
Les enviamos un antipático saludo,
Hoy nos hemos despertado sintiendo un poco más de lástima por ustedes. Creemos que los 15 o 20 años de inacción en sus trabajos han causado que pierdan por completo la imaginación. Su pequeño círculo de amistades les impide ver que sus sueños no son los sueños de las demás. Ustedes siguen creyendo que el deseo de todas nosotras es sentarse en la mesa de los hombres. Creen que nuestro anhelo es traerles su cafecito, limpiarles su escritorio, que nos miren el culo con deseo cuando pasamos delante de ustedes y que a cambio ustedes decidan hablarnos de los mismos temas de siempre. Ustedes creen que nosotras ansiamos ser parte de sus proyectos para que nos otorguen el privilegio de ser sus asistentes, que queremos que sean nuestros directores de tesis o nuestros jefes para así tenernos atadas muchos años dándonos órdenes y explicándonos lo estúpidas que somos y lo mucho que siempre nos falta para poder llegar a ser como ustedes. Todavía están convencidos de que competimos entre nosotras para traerles las cervecitas cuando se están relajando. Ustedes creen que nos asisten unas irrefrenables ganas de hacerles sus diligencias personales y entregarles el poco tiempo libre que nos queda para llenar esa vasta soledad de patriarca que no tiene quien le escriba; tienen tanta llenura de sí que no logran advertir que el espíritu de la época no emana de la combustión del tabaco en sus afrancesadas pipas.
Sobreestimados Señoros déspotas, nuestros sueños no son sentarnos a su mesa. A pesar suyo, preferimos sentarnos en el piso antes que someternos a sus tribunales para los que nunca somos, ni seremos, suficientes; ya los vimos hacer alianzas con esos mediocres que tanto han criticado, antes que con cualquiera de sus pupilas. A nosotras nos asiste el deseo de construir un camino juntas en el que nos respetemos, así eso implique que sus plazas docentes, sus asistencias de investigación, sus cargos de sirvientas, de monitoras, de suplentes, de ayudantes queden fuera de nuestro alcance, que sus proyectos no tengan un pequeño renglón presupuestal con nuestro nombre o que nuestros escritos no lleven la rúbrica de sus aplausos. De hecho, nos cansamos de que nuestras presentaciones, defensas de tesis, eventos sean más una conferencia de ustedes que una nuestra.
Eso sí, Señoros tiranos, no se aterren si un día llegan en manada a pedirles cuentas esas expupilas que han soñado con mucho y a las que ustedes les han dado migajas y esas jovencitas que miran con tanto deseo, y que hoy conocen estas situaciones. Ese día está cerca y ustedes lo saben. Nosotras sabemos que tienen miedo, pero ya no hay nada que hacer, saben que: se va a caer. Cada que esa muchachita tan linda y con la que tienen tantos sueños lujuriosos les dice que no quiere irse a tomar ese cafecito mientras ustedes la ponen a redactar ese aburridísimo documento de Word que a ustedes nos les ha dado la gana de escribir, cada que una colega les dice que no quiere hacer parte de su grupo que prefiere armar uno nuevo, cada que una subordinada de ustedes dice que prefiere irse a otra empresa o a otro país antes que soportar esa desigualdad que ustedes siguen promoviendo y de la que siguen tomando partido, sí, es su reino patriarcal el que se desmorona, pues no se han dado cuenta pero sus cimientos están hace rato averiados. Así que háganse a la idea, porque va a pasar y ya saben que una vez derribado el velo, la historia es implacable; mejor dicho, ojalá que la historia los agarre rezados.
Finalmente, nos asiste la urgencia de querer decirles, encolerizados capataces, que sus amenazas no nos asustan, nos suscitan, más bien, un poco de ternura. Señoros, entendemos que se trata de una cuestión atribuible a la pérdida de la virilidad sumada a los fantasmas que recorren su impotencia para el amor. Por eso nuestros deseos no son los deseos de Ustedes. Así se vocifere y haya quejas a mano alzada en la mesa chica, nuestros deseos no son que a ustedes les guste ese cafecito tan rico que hacemos, ese lo dejamos reservado para nuestrxs amigxs.
Esperamos con ansias no encontrárnoslos nunca y no quedamos atentas a sus comentarios.
Poco cordiales,
Unas que tienen otros sueños que a ustedes ni se les pasan por la cabeza.
A propósito, esa fue apenas la amenaza número 17 del día que se suma a las amenazas de los grupos reaccionarios de derecha, a los grupos fundamentalistas, a las sectas religiosas y a los antiderechos, a los grupos de incels, y por supuesto a los machos de izquierda. Esos grupos que cada año se hacen más peligrosos y ganan más adeptos, incluso ganan la simpatía entre a quienes estas líneas suscitan incomodidad. Sin embargo, lamento informarles, Señoros patronos, llegaron tarde con sus amenazas porque la sororidad entre nosotras nos ha quitado el miedo y nos ha puesto en la senda de cultivar el cuidado y la sostenibilidad de la vida. Si les cuesta pensar el futuro y lo por venir, y más bien se afincan a la desesperanza lúcida en las comodidades de su «hotel abismo», es porque a diferencia de nosotras no se han dado cuenta de que el cambio será feminista o no será.
Y bueno, hoy empieza otro 8 de marzo. Ya recibiremos las llamadas, pero tranquilitos que nosotras ya tenemos el cuero duro.
Increíble nota, felicitaciones compañeras
Wao!