Taxonomía del sifrino[1]
Por Mateo Bedoya García
¿Qué calcula un/a sifrina/o mientras se masturba? ¿Cómo monetizar su onanismo? ¿Cuánto alcanza el lucro cesante? ¿Quién maximizará su placer por unas monedas? Quédense con todo, no habrá oposición. ¡Sifrinos/as del mundo, uníos!
Miserables contables que madrugan diariamente para actualizar su índice de citación, su impacto en el mundo académico, los números que significan la totalidad de su mundo.
Cuentan, comparan, miden, verifican, contrastan, y vigilan todo. Quieren saber quién les cita y quién no, para registrar nombres en sus listas de alianzas y censuras, gestionan lo suyo.
Conciben sus títulos académicos como títulos valores, papeles comerciales, documentos de interés, pero financiero; calculan los retornos de sus inversiones en educación, valorizan su cuantía en el mercado de las ideas, adornan sus firmas con sus títulos en itálicas, cursivas, serifas o abreviaciones en bold, para reafirmar su distinción, no sea que les confundan con la plebe.
Piensan que los números que dan cuenta de la producción, citación y circulación académica son una representación de lo que son, reproducen la mecánica de los estándares de belleza, miden sus apéndices, calculan su clasificación en el ministerio, IMC, su IQ, su h.
Jerarquizan sus relaciones con otras/os académicos/as a partir de lo que puedan aportar a su balance estadístico, a su puntaje, a su nombre, a su proyecto, celebran a los suyos.
Intentan figurar donde no se les invita, donde no se les presenta, donde no se les ha llamado, quieren adular a quien tenga la palabra, felicitar, congratular y ensalzar hablantes mientras la audiencia asiste al bochornoso espectáculo de un saludo sin respuesta.
Utilizan sus redes sociales para circular sus publicaciones y las de sus allegados, arman collages con fotos y capturas de pantalla, citan fragmentos, resaltan en verde, adoptan la función de mercadeo y promoción de personas como marcas, son mercaderes de sí y de las otras personas que valoran.
Aprovechan la virtualidad para estar en dos o más eventos al tiempo, tratan de participar con comentarios elogiosos que nada aportan a la discusión, intervienen para hacerse notar, hacerse ver, hacerse sentir, pero sobre todo, hacerse valer.
Invitan a sus eventos solo a quienes validen su actuar, emplean nombres y temáticas populares para cautivar a la audiencia, se pliegan a las tendencias sin problema, tratando de poner su perfil a circular en diferentes actividades y redes de trabajo.
Rechazan y desdeñan de todo lo que no suma, de lo que no represente réditos, de lo que no venda, de lo baldío. Señalan como pérdida aquello que no entre en sus cuentas, aceptan con resignación presentarse en espacios estudiantiles, formativos, preliminares. Todo lo quieren en grande, espectacular, magnífico.
Desdicen de todo lo que les antecede, su pulsión de fundación les impide ver el pasado. Consideran que su aparición en la escena académica marcó un antes y un después, que su presencia es una bendición para la comunidad y que, en tanto benefactores, deberíamos agradecerles y respetar su valiosa labor.
Finalmente, eso son, solo cifras, saldos, cuentas, deudas. Gobernadas/os por los números, su vida se resume en cuánto tienen, cuánto deben, cuánto cobran, cuánto representan, cuánto figuran, cuánto influencian. Terminan sus días sacando números sobre su vida, calculando los efectos de las decisiones propias y ajenas, proyectando su actuar y el de otros/as.
[1] Pertenece a la serie Peroratas de un precarizado cognitivo, previamente compartida en este espacio.